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novación todos los jueyes del año, como se verifica en la Catedral de Granada, dejando para esto las casas que poseia en la calle Ermita y Plazuela de los Lobos. El año 1828 murió el Sr. Alcover, guan- do ya estaba bien adelantada la Cansa de Beatifica- ción y Canonización de Fr. Diego de Cadiz, y no sabemos que dejara un céntimo para ayudar á los gastos crecidísimos que originan los Procesos. Es- to es un poco raro. En cambio, D.? Antonia He- rrera dueña dela casa donde moraba en Ronda, y de una de cuyas habitaciones voló al cielo, de jó, cuanto tenía, incluso la casa y los enseres para los gastos de canonización de su bendito P. Fr. Diego. Indudablemente aquella señora, testigo de las virtudes de Fr. Diego, tenía una opinión ver- dadera de la santidad de su ilustre huesped. Pero aquella opinión era común y general en toda Es- paña y aun fuera de la Península. Del despego con que trataba al Bto. Diego, se desprende también que no lo tenía en el alto con- cepto que los sabios y concienzudos críticos de su época. El fragmento que á continuación copiamos de una carta suya de las 42 de que hemos hablado, lo comprueba más aun: «Viva Jesús, María, Hija mía, en nuestros corazo- nes. Amen. >» En este día he recibido carta de tu hermano (que en postdata te da los días de la Santa) yv él. cama tu sabes, no podia detenerse en Martos sino medio día ó noche, le hizo el agua detenerse un día y dos noches, que se hubieran aprovechado, “si hubiese practicado lo que se le decia, y no dejádolo pasar, pues aunque me dice: Espero tener el consuelo de ver á v. m.en Lucena, donde estaré desde el 23 has- ta el 26, sino dispone Dios otra cosa, y así le doy es-

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