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Concepción de Granada, y la que lleva fecha 14 de Enero de 1782 dice entre otras cosas: «Dios te con- ceda un hambre de cruz como yo deseo, y una pa- ciencia como le pido.» En las otras hay doctrina muy sana, que dejamos de citar por no alargar demasiado esta biografía. Teniendo por una parte el Sr. Alcover conoci- mientos profundos de la vida espiritual, y por otra, poseyendo preciosos autógrafos y documentos co- mo nadie; conociendo mejor que otro alguno los se- cretos del corazón de Fr.Diego, pudo y debió de- jarnos un fiel retrato de su dirigido, contarnos los dulcísimos coloquios y los enamoramientos con Je- sucristo, los vuelos altísimos de su gigante espíritu, sus desmayos ante las árduas tareas del Aposto- lado, el vigoroso empuje de la gracia, la ruda la- bor con que se venció á sí mismo haciéndose idó- neo ministro del Altísimo; pudo contarnos cual fué su oración y como subió á las empinadas cum- bres de la perfección cristiama hasta crucificar- se con Cristo en la Cruz; pudo contarnos su ab- negación, su espíritu de profunda humildad, su pasmosa y áspera penitencia, con que domó como S. Pablo á sus vigorosas y ardientes pasiones. Pu- do hablarnos del amor acendrado que tenía á los pecadores, por quienes trasnochó, sufrió y pidió con amargo y tierno llanto, unas veces escondido en el rincón de obscuro claustro, “y otras en el puípito, al soíf del medío día, ante numeroso au- ditorio. Pudo hablarnos del amor á sus prójimos que le hizo decir estas sentidísimas palabras que acaso ningún otro sauto las haya pronunciado: Deseo estar padeciendo y trabajando por los pecado- res hasta el día del Juicio. Quisiera hacer misión en el purgatorio, en el limbo y hasta en el infier-
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