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138 CARTAS DEL BrEaTo DIEGO del día en que prediqué con la asistencia del señor Obispo. El día siguiente la Ciudad me incorporó en su Ayuntamiento con todas las formalidades acos- tumbradas, dándome el primer asiento después del Alférez mayor, que lo es el Excelentísimo Sr. Mar- qués de la Puebla, Grandede España, en cuyas ma- nos hice el acostumbrado juramento y pleito ho- menaje, «., quedando como uno de los veinte y cuatro con voto en cabildo. No me detengo en esto porque el tiempo es corto y es cosa que importa poco. Me parece que su Majestad me ha preservado de vana complacencia y de apropiarme estas cosas, y que en estos casos bastantemente ruidosos y en las tropelías de las gentes me hallaba inclinado á ti- rar mi corazón al suelo para que lo pisasen. La ma- fana que me habían de recibir por veinte y cuatro, estando en la oración con mis habituales distraccio- nes, se me propuso á la imaginación un sitio solita- rio y como de peña viva, inculto y escabroso, por el cual pasaba un río de aguas muy turbias y de corriente muy rápida; que su ruído y el ir encajo- nado algo profundo por las montañas que le rodea- ban, le hacían pavoroso, porque se daba á entender que cayendo allí no había medio de librarse ó de no perecer; yo estaba cerca, ó como con ademán de ir á él para verlo y nada más. Dióme algún miedo, y más, cuando me persuadí que signifieaba los hono- res y aplausos del mundo, que tanto me amenazan y rodean. Ya ve V. mi necesidad, pida V. mi re- medio. El ayuno lo he seguido porque me hallo muy aliviado, pero he alargado la colación y usado del chocolate dos veces al día y otros alivios después que tuve ln de V. Lo ocupado del Jueves Santo no da lugar á más que decir á Y que en las Pascuas, (que le deseo felicísimas,) concluiré aquí; no sé si

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