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vu han dado en llamar psicologismo, ó sea el hondo y concienzudo estudio del alma humana, el libro en que me ocupo viene á la república de las letras con todo el rigor de la moda: pues no es ni más ni me- nos que un libro humano, como hoy se dice, ó sea el acabado auto-estudio de un alma que se pinta á sí misma tal y como es; aunque vista por el pintor al través de la lente, siempre engañosa de la humildad (virtud tanto más engañosa, cuanto más acendrada), pero que al fin y ála postre logra darnos cabal idea de los mil encontrados fenómenos que en ella van acaeciendo, á medida que, desde el valle de la vida ordinaria y corriente, se va remontando, remontan- do, á las esquivas y empinadas cumbres de la santi- ficación y el heroísmo. Leer, pues, el epistolario del Beato Diego al P. Al cover es como asistir en el proceso de su perfeccio- namiento espiritual; Ó lo que viene á serlo mismo: estudiar un alma de desusado temple, espectáculo que no envejece nunca y que, como decía Horacio de sí mismo - usque recens —siempre estará en moda, Hasta aquí lo que pudiéramos llamar meollo del libro. Pasemos á sus anotaciones. Fray Diego de Valencina ha anotado con un tino digno de toda loa. Sin haber puesto nada su- pérfluo, no ha omitido, en lo que constituye su la- bor, nada de lo que ha juzgado necesario. Y las no ticias que da, tanto cn la introducción como en las llamadas, son oportunas y curiosísimas; no pocas, interesantes; y algunas, tan necesarias, que sin ellas no podrían entenderse ciertos pasajes, ni abarcarse la razón de algunas e e ote y hasta períodos. Sin haberlo pretendido el anotador, se ha reve- lado como hombre de erudición nada común, se ha acreditado de rebuscador incansable y afortunado y