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vI remontar el velo sí está atada con un hilo, auque éste sea a subirá al elevado monte de la de oro, así tampoco el a eserva alguna. De aquí se colige que, si el Bto. Diego mereció el honor de los perfec« ión, si no se entrega á Dios gin altares, es porque practicó en grado heróico todas las virtu- des y se apartó de cuanto podía remotamente desviarlo de su fin.» Por lo demás, el anotador ha querido que el li- bro que hoy saca á plaza sea por entero obra del bienaventurado Fray Diego de Cádiz: que sea el Beato y no otro el que nos cuente, como sl estuvie- ra á nuestros piés para confesarse con nosotros los más recónditos secretos de su espíritu: sus empeña- das y reñidas luchas con sus pasiones, ardientes como el sol de la Andalucía y bravas é indomables como el mar gaditano; sus aplanadores desalientos ante lo árduo de su misión de apóstol; sus desma yadas desconfianzas de sí mismo; la ruindad y apo- camiento que nota en su alma —¡en su alma de co- losol—sus temores y tedios de Getsemaní en los comienzos de aquellas misiones con que, como el Espíritu de Dios, renovaba la faz de la tierra; po- niéndonos de manifiesto, entretanto, y á pesar de su empeño £n mantenerlo oculto, los brios y las bizarrías y las garrideces de su denuedo para arros- trar al infierno y resistir al mal que lo solicita y que, como al Apóstol de las gentes, Jo abofetea haciéndonos ver, flotando por encima de todas las tribulaciones de su espírita, y de todas las penalida- des y cuitas y malas andanzas de su vida de abne- gación, y de sacrificio, y de celo, la gran maravilla; el signum magnum de la gracia de Dios que todo lo puede porque sufficit, basta, que supera átodo senti- do, y que hace de él, porque coopera á ella, la indis- cutiblemente más grande figura de la historia ecle- siástica del siglo XVII, Hoy que tan en boga está en literatura lo que
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