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94 CARTAS DEL BeAaTo DriEGO mis esfuerzos á su favor, pero estos señores no se franquean ni aun los trato; y aun el Sr. Arzobispo se conserva en tanta indiferencia, que ni aun por un.colegial suyo que quiso venir, ha insinuado su voluntad. En todo se va con lo del cabildo, y así res- ponde á los £ravísimos empeños que para algunos ha tenido; en prueba de esto, no ha asistido ni un solo día á las actos de la oposición; dos familiares su- yos se han opuesto, y ni por ellos hace cosa alguna; no obstante, esta noche le tocaré la especie, para que V. pueda asegurar se ha hecho lo que cabe. No se sabe quién ganará. Esta misión es tan dura, que me parece se llenan los deseos (1) de V. La ardentía con que predico ja- más la he tenido. Los asuntos son fortísimos, y hasta la voz dicen que es otra. He publicado que tenemos cerca un gran castigo (2) «. y esto ha oca- sionado algunas conversaciones en las tertulias, de las que algunas ha presenciado el señor Bejarano y sé que me ha hecho la caridad de explicar y aclarar mi8 proposiciones. Yo las fundo en lo que nos tiene prevenido nuestro Santísimo Padre Pío VI. que ya estamos en el Instabunt tempora periculosa y en las Santas Es- crituras, que nos aseguran de los castigos, cuando llegan las culpas al término que las yemos, Ústo y predicando en el púlpito que predicaron san Vicen- (1) Se conoce que el padre Alcover era tiesecillo como se desprende de lo dicho por el Beato. Bueno será tener esto presente para entender mejor algunos párrafos más adelante. (2) No faltó entonces quien murmurase de lus predica ciones del gran apóstol Capuchino; más luego se arrepintie- ron cuando en 1792 estalló la revolución Francesa cuyos fu- netos resultados aun deploramos. Más tarde en 1800, asola- dora peste azotó cruelmente á Sevilla y su provincia. Así quedó cumplida la profecía del Beato Diego.

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