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bien escrito opúsculo «Vindicación de Clemente XIV por Then:xener,» que si mal no recordamos, era bibliotecario del Vaticano cuando escribió dicho Upúsculo en tiempo de Pio IX. En España son escasísimos los ejemplares; acaso no ha ya más que dos, no así en Italia, donde creemos fácil adqui- rirlos,> ora de tan sano ascetismo, como esta que se nos vie- ne á la mano: «Repetidas veces hemos visto en estas cartas interesan tes la sequedad y horribles angustias que padecía el insigne misionero gaditano, y la paciencia inalterable con que las sufría, Ahora, dice que no ha podido sacar ni un propósito siquiera de los diez días de ejercicios, no obtante darse tres diciplinas diarias, hacer cuatro horas de oración y estar tan retirado. Esto es muy notable. En cambio. Dios le daba tal conocimiento de sí, que hacía se tuviese por el hombre más perdido y ruín de la tierra. Y esto lo creía á pies juntillas, y lo decía con firmeza y conciencia cierta. Sin estos lastres de su propio conocimiento, tal vez. se bubiese ido á pique aquella hermosa nave cargada de méritos y de láuros. Dice Kempis que muchas veces cuando creemos que estamos más lejos de Dios, nos encontramos más cerca. Esto indudable- mente pasaba al celebérrimo apóstol de Andalucía. Esta doctrina es altamente consoladora para las almas piadosas que pasen por el áspero y dilatado desierto que se encuentra en la vida espiritual E a que aconte- cía nada menos que á Fr. Diego de Cádiz y *bo desmayen, Estén seguros de que caminan, aunque les parezca que están quietos entre las densas sombras que los rodean. Al fin y á la postre, la corona la recibirá quién, como el Bto. Diego, pe- lee hasta el fin.» ora, en fin, de tan subida mística como esta otra: «Este párrafo nos recuerda la célebre visión de Santa Teresa sobre el tremendo porvenir que le esperaba sí no hu biese abandonado cierta amistad, no mala de suyo, que le quitaba el tiempo é impedía recibir de lleno las gracias del Señor. Por la visión del Bto. vemos la infinita santidad de Dios, que no permite el menor afecto desordeuado en alma que ha de gozar del vino de la unión: sino que la quiere des- asida de todo lo terreno y entregada á El por completo. Y es doctrina muy corriente, que, así como el aye no puede
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