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corto este cómputo, porque seguramente pasan de 50,000 las personas de esta Ciudad.)Esta expresión conocí entonces, y he visto después ha sido extraor- dinaria le fuerza que tuvo en toda clase de gentes. Al concluir la Plática, exclamé á Dios con el Exurge, Domine, judica causam tuam, y que yo levan- taba mi mano, para que, si quería castigarnos, lo hiciese. Volvime al Pueblo con ardor de espíritu, y con grito terrible les dije; y vosotros id, et implete mensuram patrum vertrorum, para que venga el cas- tigo. Tomé el lienzo de la divina Pastora, y con aceleración bastante me bajé del Púlpito. Este se- rio conjunto de expresiones y acciones movió tan- to, que toda, toda la Ciudad se puso en movimien- to. En las Comunidades no solo de Religiosas, si también de Religiosos fué mucho lo que en aquella noche se hizo de oraciones, ejercicios, etc., para aplacar á Dios: los seglares llorosos y confusos, unos se fueron al Calvario, otros á sus casas, todos asustados. Se hicieron innumerables promesas, ro- gativas, confesiones generales, que aún siguen y seguirán, porque no se puede dar abasto á tanto. El día siguiente, Lunes, día de la Penitencia, fué como un Jueves santo; las Iglesias llenas de gentes, cerradas las tiendas y oficios, especialmen- te por la tarde: formose la Procesión que tardó en salir cerca de hora y media por la multitud del concurso de solo hombres. Llegamos á la Plaza, si- tio destinado para la Plática donde esperaba todo Málaga, no cabiendo aún en ella tanto concurso. Subí á los balcones del Cabildo, y estando predi- cando, sucede venir con su coche y dos soldados de batidores con espada en mano, como es uso, el Señor General (que según su vida y modo de pen- sar es tenido por hereje, aunque se ignora la Reli-
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