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E te es aquel Dios, (dije con grito formidable,) que sin temorá los poderosos del mundo sabe ahogar á un Faraón, acabar con un Senaquerib, y poner entre las bestias á un Nabuco. Este es aquel Dios, dije segunda vez con mayor grito, y dando un fu- rioso golpe en la mesa con el pié de la Cruz, saltó hecha pedazos la imagen del Señor, y cayó por los suelos. Sentilo- interiormente, pero siguiendo mi asunto, basta la Cruz dije, etc.; y proseguí tres ó cuatro minutos con aquel ardor; y templado algo, puse la Cruz sobre la mesa y dando golpes recios con ella tendida decía,'que aquel así despedazado y muerto sería el Juez ante quien comparecerían. Que él era el oprimido de Usía, el perseguido en el po- bre, el abandono en el huérfano y el enfermo olvida- do, el perseguido en elinocente. Ese es, ese es, Señor! véalo V.S.; consulte ya lo que ha de hacer con ese pobre; piénselo despacio, mientras yo voy á pe- dirle enla oración dé á V. S. la luz que necesita para su acertada resolución. Me salí de la Sala con al- guna prisa, y con paso acelerado me vine al Con- vento, me fuí al Coro, y postrado en tierra estaría un cuarto de hora, pidiendo al Señor el feliz éxito de todo: Esto es lo sucedido. Quedó mi interior, oh Pa- dre mío, qué amargo! qué temeroso! qué turbado! todo por si habría errado; y también por el qué se dirá? que resultará? Conocía ser mi amor propio que quería consuelo, y lo contenía desentendiéndo- me y renunciándolo. Mas me pareció bien ir á dar cuenta á su llmá. de lo sucedido, y con aprobación del P. Guardián y en su compañía así lo ejecuté. Referíle el sermón, el modo de él, la” furia mía, y todo el pasaje: parecióle bien, y se alegró mucho; me aseguró no haber habido yerro en lo hecho,

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