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— 164 — amarga el verme impedir ó retardar la obra de mi Dios. Cúmplase su santísima voluntad en todo! Vamos á la historia. Luego que leíel orden de usted, sobre el mo- do de concluir la Misión á la Ciudad, lo abrazó mi alma con la fuerza, paz y sosiego, que usted no ig- nora. Llegó la tarde del 27, segunda y última para el Ayuntamiento, y habiendo precedido lo encargado por usted, y el encargo peculiar de nuestro 1lmo. de que hablase con ardor y fuerza; fuí, principié la plática con ardentía de espíritu, por la expresión de los santos Padres y sagradas Escrituras, de lo difícil de salvarse un Juez, Capitular ó Padre de la República. Seguí proponiéndoles cuanto debía ser su miedo de perderse, etc.: y cuanta su deuda á cumplir con sus obligaciones, para que no se ve- rificase. Fué el asunto la obligación de un Senado con su pueblo, la que se llena con el celo en orden á sus costumbres, y en la solicitud de sus tempora- lidades. En el celo hablé fortísimamente contra el abu- so de tolerar escándalos en las personas ilustres (este fué el encargo de su llma.)á quienes por res- petos humanos ni se reprendía ni se castigaba. Di- je para esto mucho, especialmente laley del Evan- gelio, sz oculus tuus, etc., confirmado con la reproba- ción de los ángeles malos, con el caso de Saul con- tra su hijo Jonatás, y más del Eterno Padre con su Unigénito, y grité: Si props Filio suo no pepercit Deus, ¿se atreve V. S. á perdonar ó disimulará un pecador, porque es poderoso? Hablé contra otros varios abusos ó pecados públicos del Pueblo, ase- gurando que solo su tolerancia bastaba, para que sus Señorías no pudiesen salvarse: traje el tolle cunc- los principes populz, et suspende eos contra solem. (Num.

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