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F J. M. y J. Ecija 17 de Noviembre de 1778 Amadísimo y venerado Padre de mi alma: Dios sea con nosotrós. Mucho siento molestar á usted y ocuparle el tiempo; mas la caridad de usted, y lo urgente del caso me alientan á escribirle ésta, pues mi alma no tiene otro espíritu y movimiento que el que usted le dá con sus leyes y expresiones. Ya parece se vá conociendo algo el fruto de la palabra de Dios, aunque en lo principal Ó más grave nada se ve de adelanto Entre las funciones de esta tarea, tengo entendido por cierto que una será predicar al Ayuntamieuto y sus capitulares en su Sala á solas. Usted no ignorará lo enreda- dos que se hayan en bandos y pleitos, con otras co- sillas de no pequeña monta. Se me ha propuesto predicarles las obligaciones de un Magistrado con Dios, con el Rey y con el Pueblo. Mas no es esto lo que consulto á usted; sí que estando diciendo Mi- sa el día 15, al tiempo de consagrar el cáliz, se me distrajo la imaginación, Ó se ocurrió al pensamien- to que esta plática la concluyese con arrojar ó po- ner en el suelo de la Sala Capitular el Santo Cris- to, como entregándoselo, para que viesen lo que hacían. La noche del mismo día, rezando los Maitines, se ocurrió con más fuerza lo mismo, y el modo de ejecutarlo que fuese, (poniéndolo en medio) llamar con alguna expresión eficaz la atención de todos, para recopilar la doctrina de la plática en aquel
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