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J. M. J. Sevilla 21 de Octubre 1778 . Mi muy amado hijo en Fesucristo. Este divino Se- ñor nos llene de su amor y de gracia, para 'á gloria suya ser sus idóneos ministros. Sin ella ¿qué serás? y con ella ¿qué no podrás? Tú, siempre túl Sin embargo de la continua, copiosa, y tantas veces experimentada divina bondad, con que se sirve el Señor dar en tí y por tí poderosa virtud á su palabra, siempre que te en- vía á anunciarla te sobrecoges, te turbas, y dudas de sus efectos. St, sí! Debes hacerlo así; porque ¿quién eres? ¿Qué ciencia es la tuya? ¿Qué virtud? Qué espíritu? ¿Pero necesita Dios de tu miseria, de tu ciencia, de tu virtud, de tu espíritu, para dar cumplimiento á sus de- sigmi0s? Por lo mismo que eres el que eres, resalta más en tí lo que Dios es, y lo que, usando de tu ruindad puede: y aunque no fuera más que por que el gran Dios fuese glorificado, debías embestir com denuedo fuerte y generoso, á cuanto árduo te opi ma la discordia radicada, y poderosa de ese pueblo, dá donde no vas, si no te envían. ¿Qué importa que ande toda la ciudad abrasada de los odios Y VICIOSAS parcialidades, | y que los poderosos del mundo las fomenten y las quierán conser- var? ¿Podrán acaso más de lo que podrá, (si es el Se- ñor servido de darte su Es piritu,) su virtuosísima pala- bra? Sabes que te envía; crees que todo lo puedes, si te conforta; pues, ¡en qué se funda, ruinísimo corazón, tu disgusto de ir? Supongo que ya estarás ahí, y por lo mismo te di- rio esta, para que luego, luego que la leas, si pudiere 19 +] y ns 3 PA Ji Y
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