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00 -] EN UN CUERPO HERMOSO HI Flora quedó arrodillada á la cabecera de su cama, vacilando entre la esperanza y la desesperación. Un do- lor agudo le traspasaba el alma, y una angustia des- consoladora le subía 4 la garganta, como si fuese á aho- garla. El gusano del remordimiento tomando en su co- razón proporciones de vívora desterraba de él la dulce esperanza, único consuelo del pecador y, el escapulario que apretaba entre sus manos le daba aliento; pero un aliento que aumentaba su dolor, porque ponía ante sus ojos la negra ingratitud con que había pagado los favo- res de Aquella, á quien en mejores días daba el regala- do nombre de Madre Inmaculada. Una hora larga se estuvo revolviendo aquel dolor terrible en el pecho de Flora, como se revuelve una fie- ra en jaula"de hierro buscando una salida; como bulle la ardiente lava en el fondo de un volcán buscando el crá- ter, por donde salir á llevar la desolación y el estrago á las montañas vecinas; pero aquel dolor no encontra- ba ningún respiradero. La congoja iba en aumento, y Flora estuvo á punto de sucumbir. Dios ofendido... su inocencia perdida... el infierno merecido... la descon- fianza del perdón... cuatro ideas horribles que despeda- zaban su corazón y lo estrujaban, como á una uva la vi- ga del lagar. El soplo de la desesperación cayó sobre su alma, ardiente y abrasador como las llamas del infier- AE ] l | |