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74 LA COMUNION desus pensamientos y el blanco de sus amores. En los libros de su uso, y en las estampas que los adornaban, se encontraban con frecuencia algunas palabras escri- tas, que encerraban altísimos conceptos del amor: di- vino. Hasta detrás de las flores, que á manera de zócalos adornaban las paredes de su patio, había grabado algu- nas de las resoluciones que indicaban la firmeza de su amor. Un día que su amiguita Concha se inclinó para oler un ramito de alelí, vió con asombro estos versos, escri- tos en la pared, y escondidos detrás de la planta: ¡A Jesús siempre he de amar! Sin su amor, ni aun el dormir, Sins 1 amor, ni el respirar: Sin su amor, ni aun el vivir; ¡Jesús! ¡Ó morir ó amar! —Rosalía está endiosada, se dijo á sí misma. ¡Cómo lo hará para ser tan buena! Voy á ver sile arranco el secreto, pues quiero ser.como ella... y se volvió 4 bus- carla. Creyó encontrarla en la mesa, donde la había de- jado; pero ya no estaba allí: entró en el cuarto donde hacía sus oraciones, y se la encontró arrodillada ante la efigie del Sagrado Corazón de Jesús, con el rostro en- cendido, los brazos cruzados, y como fuera de sí. Cuan- do Rosalía con un suspiro dió señales de haber salido ya de su profundo recogimiento, se le acercó Conchita de puntillas y le preguntó con cierto respeto:
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