BCCPAM000535-2-21000000000000
LOS DOS EXTREMOS 51 de la cuaresma. Basta decir que hasta el carrero Pablo participó del gozo, entonando en medio de los sembra- dos malagueñas como ésta: > La Resurrección de Cristo Alegra los corazones, Viste al campo de hermosura Y á los árboles de flores. Así daban ellos cumplimiento á la profecía de Da- vid, que dijo en sus salmos: «Este es el dia que hizo Dios para su gloria; alegrémonos y gocémonos en él.» De la campiña pasaron al santuario, célebre en aquella comarca por la veneración que le tienen los pueblos. El Señor de Torrijos, al decir de ellos, es el Cristo más milagroso que hay en el mundo. Es el que libra de desgracias á las familias, el que vuelve sano á su madre el hijo que fué á la guerra, el que da la salud al enfermo desahuciado, el que libra á sus devotos de una muerte repentina, y el que lleva á la gloria derechito al pobre campesino que le tuvo en vida mucha devoción. La comitiva entró en la capilla, y después de haber orado un largo rato, salieron otra vez á recrearse por la frondosa alameda contigua al santuario. Cuando estaban más engolfadas en hacer ramitos de flores campestres, apareció Justino por la pradera. —¡Mi papá! ¡mi papá! gritó Carmela, niña de unos nueve años, y se fué corriendo hacia su padre que la re- cibió con los brazos abiertos. —¿Qué me traes, hija mía? —Este ramo de flores silvestres. —¿Y me quieres mucho Carmelita? —Mucho, muchísimo, hasta Francia.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz