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LA INGRATA 49 Aquella misma tarde, siguiendo mi peregrinación por el mundo, llegaba yo al Hospital de 5... á visitar los enfermos. Una moribunda me pidió con mucho afán un escapulario. La Hermana que la asistía me enseñó una cartera, diciéndome en voz baja: —Ahí hay uno, y es suyo: déselo V. Lo tomé y ví que era del Sagrado Co- razón. Al ponérselo en los labios para que lo besara, ví en el dorso este letrero bordado: La Hermana Guadalupe á la ingrata Aurora. La moribunda besaba el escapulario con ardor fe- bril, derramando lágrimas en abundancia: me hizo sen- tar á su cabecera, y momentos antes de espirar, me con- tó esta triste historia, al fin de la cual añadió: Yo soy la ingratal Llamada á reinar en el coro de las vírgenes me tendré por feliz si Dios me admite en el de las mu- jeres penitentes. ¡Por ingrata! Y aquí dió fin á su lastimosa historia, historia que traslado, parasu gobierno, 4 las colegialas de las Ado- ratrices, NINA A 0 po
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