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48 LA INGRATA desbocado y furioso: el animal saltó ciegoá un sitio ba- jo, en el que coche, cochero y dos individuos que con- ducía rodaron confundidos. Los tres quedaron sin sentido del porrazo; pero á pesar de eso, una de las tres personas que yacían en el suelo (era mujer) no había soltado una cartera que te- vía fuertemente aprel 1da entre sus manos, y con esta fué conducida al hospital de S... Ya fuera por previsión de las Hermanas, ya por jus- to castigo de Dios, la mujer de la cartera fué destinada á la sala donde moraban las mujeres de mala nota, y allí la colocaron. Cuando volvió en sí la infortunada, se en- contró en una cama estrecha y pobre, pero muy lim- pia y cercada decortinas. Miró hacia la cabecera y vió una cruz negra con un número debajo. ¿Dónde estoy? gritó despavorida: ¿dónde estoy? repetía, á tiempo que una Hija de la ,Caridad, descorriendo la cortina, apare- ció ante sus ojos. ¿Qué se Je ofrece, hermana? -¡Agua, agua! que me ahogo de sed. Trájosela, y al ver que no podía incorporarse para beberla, por tener las costillas desencajadas, empezó á maldecir su suerte y á quejarse amargamente. La Her- mana trató de calmar su agitación, y á duras penas pu- do conseguirlo, porque el dolor la sacaba fuera de sí, El cirujano declaró aquella misma tarde, que era imposible salvarla, y que por lo tanto debía disponerse á la confesión y al arrepentimiento, para comparecer ante el Tribuñal divino. Dos días estuvo delirando, al cabo de los cuales tu- vo un momento de lucidez, y recibió con devoción los Santos Sacramentos.
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