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358 LOS SUEÑOS DE UN PEREGRINO do recordarte que la ignorancia es atrevida. En la noche á que me refiero, pasó por delante de él y le saludó con | los epítetos de retrógrado, enemigo de las luces, etc., 2 etc. D. Convento, como persona bien educada, disimuló la injuria y trató de evitar un compromiso; visto lo cual por Don Instituto, y atribuyéndolo á cobardía, dió en burlarse de este modo tan grosero: — ¡Ignorante, retrógrado, oscurantista! —Gracias por el obsequio señor mío. ¡Cómo se co- noce que debe V. de andar muy adelantado en eso de urbanidad y cortesia? Qué cortesía ni que ocho cuartos! La ignorancia es digna de desprecio. ' —Pero antes debía V. probar mi ignorancia; que eso de calumniar-Ó afirmar, es muy fácil; probarla, no tanto. — Esono hay que probarlo; todo el mundo lo dice. Pues eso es lo que hay que probar, que hasta ahora nadie lo ha probado ni probará; y ese no lo dice todo el mundo, sino únicamente los necios como usted. ¿Yo necio? Yo sé más que tú. 8 —¡Ahi sí: no me acordaba que tú eres hermano de aquel ricote erudito que, al formar su biblioteca y po- nerse á comprar libros, decía: > «Perderé la chabeta, saldrán caros, E Y es obra de un siglo... Pero ¿no será mejor ponerlos todos De cartón, fingidos?>»

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