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LA BULA?... AHI HAY GATO ENCERRAO 329 —Ochenta navidaes he pazao en en este mundo, y Otavía no zÉ pa que sirve la Bula. — Útro tanto me pasa á mí: pero supongo que será para sacar cuartos. —Mira, qué ze yo! puede que zi; pero como toman la Bula muchas perzonas ilustrás, levas y escribías, tengo mis dudas. Ahí hay gato encerrao. No es gato, que es liebre, contestó el tío Tarabita terciando en la conversación. —Pues qué? ¿tú sabes lo que hay en eso? preguntó el malicioso tío Cencerro. —Sí que lo sé; y también lo sabrías tú, si no te hu- bieses dejado engañar por impíos é incrédulos, por masones y liberales, que te han llenado de preocupacio- nes contra la Iglesia, y te han dejado más ciego que un topo. —No seas tonto, Tarabita; el quedarme ciego es es cosa de la edad, y no de lo otro; y en cuanto á enga- ños, bien sabes tú que ciego y todo no me dejo engañar de nadie: ni siquiera de la Bula. —De modo que para tí la Bula es un engaño? —Hombre engaño, nó! porque no me dejo engañar; pero... —Pero... blasfemas de lo que ignoras, burlándote de la Iglesia y del Papa, ¿no es eso? —Nó? porque las Bulas son cosas de los curas. La Iglesia no tiene que ver nada con esos abusos de los clérigos. —¿A qué llamas abusos de clérigos? 4 la Bula? Pe- ro dime, chocho! ¿qué es la Bula? ¿Quién puede dar- la 6 concederla? ¿Cuántas clases hay de Bulas? ¿Para 0) ee
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