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E A M Ú 1 | | H Ú 258 ¡INDIFERENCIA! Los trabajadores escuchaban admirados; el tío Ta- turra tenía un palmo de boca abierta, y se le hubiera salido. por ella una gran andaluzada, si el doctor no la hubiera detenido diciendo: —Miradas las cosas por ese lado, tiene V. razón; y yo dejo de ser indiferente; pero vistas como yo las veo, es imposible sacarme de mi indiferencia: antes había V. de probarme, entre tantas sectas y religiones como hay en el mundo, cuál es la verdadera. ¿Lo son todas? ¿No lo es ninguna? ¿Es posible que haya alguna verda- dera? Y en este caso, ¿cuál es? Dígamelo usted con cer- teza, con evidencia, con pruebas por delante, y yo seré lo que usted quiera. —Con pruebas, con certeza, con evidencia se lo ha- ré ver á V.; pero dígame antes, si admite la consecuen- cia que se desprende de sus propios principios: á saber, que dependiendo la criatura del Criador, no puede aquélla vivir á su antojo, y que, por consiguiente, la indiferencia para con El es absurda. — Admitido, con tal que V. me resuelva las cues- tiones que le he propuesto. — ¡Ahora mismo! — N6, Jacobito: déjalo pa mañana, que Mariquita me estará esperando, y me va á echar una rociá como á mí zolo. —Bueno, tío Paturra, lo que el doctor quiera. —Señor, como V. guste. —Pues hasta otra. pa
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