BCCPAM000535-2-21000000000000

254 ¡INDIFERENCIA! - bres en el mundo, que imaginan acreditarse de filósofos y profundos pensadores, con mostrarse indiferentes en materia de religión. Yo pienso, por el contrario, que le- jos de merecer por eso el renombre de sabios, merecen el de estúpidos, pues dan bastante á conocer que en semejante asunto no se elevan sobre la simple vulgari- dad. Porque el indiferente, para ser lógico, debe estar persuadido de que Dios no ha revelado nada acerca del culto que exige de nosotros; 6 bien que, si ha revelado algo, le importa lo mismo ser obedecido que despre- ciado. Lo primero es oponerse abiertamente al testimo- nio de la humanidad, y esto es una insensatez; y lo se- gundo es un absurdo tan contrario á la razón como epuesto á la sana filosofía. —Pero, ¿y quién sabe lo que Dios ha revelado? To- davía no he visto un ministro de ninguna religión que no diga que la suya es la verdadera, con exclusión de las demás. ¿Quién, pues, va á entretenerse en desenre- dar la madeja? Y sobre todo, ¿qué nos importan á nos- otros unas cuestiones tan oscuras, tan desagradables y tan inútiles? —¿Que qué nos importan? ¡Por Dios, doctor, no em- pecemos á disparatarl Atienda V.: morirá, por más que V.se empeñe en conservar su vida; morirá, y en aquel terrible momento se ha de encontrar con una eternidad espantosa que no podrá contemplar sin horror. Enton- ces verá V. si tienen importancia las cuestiones de reli- gión. Si existe en la otra vida el premio eterno prometi- do al bueno, y el castigo perdurable reservado al malo; si existe, como no puede menos de existir, aunque us- ted no crea en ello, esa eternidad de gloria Ó de pena,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz