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252 ¿A QUE TANTA BEATERIA? en el sentido que V. dice. ¿A que Mama V. hombre de bien? ¿No ha convenido V. conmigo que Dios tiene dere- cho á exigir culto de sus criaturas como el padre obe- diencia del hijo, y V. la paga de sus visitas? ¿Y llamaría V. hombre de bien al hijo que hace el mismo caso de lo e a que su padre le manda, que de lo que le dice Perico el de los Palotes? ¿Llamaría V. hombre de bien al que le nie- guela recompensa de sus curas, Ó se las quiera retribuir en moneda falsa? ¿Pues cómo se atreve V. á llamar hom- bre de bien al que no quiere pagar á Dios en moneda de buena ley, lo que por mil títulos le debe? Desengáñese V., doctor, no basta ser hombre de bien; es preciso ser buen cristiano; hombre de bien, en el sentido de usted» lo es también el moro y el judío; un cristiano debe aver- gonzarse de no ser más que un judío Ó un moro. —Y qué quiere V.? yosoy indiferente en materia de religión. — Indiferente? Eso es un absurdo, doctor:y un hom- bre de la talla de V. no debe admitir el absurdo. A - -¿Absurdo? —S(, señor, absurdo, y se lo probaré á V. otro día, porque ya le veo impaciente: por hoy bástale saber que no basta ser hombre de bien, sino que es preciso ser buen cristiano. Jacobo se levantó entre la admiración de los jorna- AA am leros y los dicharrachos del tío Taturra, que repetía: Veremos zi viene zu merzé, zeñó dotó! Y en efecto, volvió, y pasó lo que verá el curioso lector en el capítulo siguiente.

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