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, ¿QUIEN HA DICHO QUE NO HAY DIOS? 241 sia y que los curas, y por consiguiente, que éstos no pudieron inventar lo que existía antes que ellos. —¡Qué bien, Antoñito, qué bien! escribeme eso en un papel, y ahora mismo voy á refregárselo al zapatero por el hocic O. Una carcajada estrepitosa estalló al terminar su úl- tima frase el tío Taturra que, á pesar de sus años, era alegre, festivo y gracioso como él solo. —Sí, señor, por el hocico; repetía él con aire de triunfo, viendo excitada la hilaridad de los circunstan- tes. Lo que toca esa se la suelto yo al zapatero el mejor día; y se la suelto, y que se la trague. Mira que decir... ¿qué barbariá! —En efecto—prosiguió Antonio, que es una bar- baridad y una blasfemia incalificable negar esa verdad suprema, escrita en el cielo con caracteres indelebras, grabada en el corazón del hombre con fuerza misterio- sa, y publicada á grandes voces por toda la creación. Dios existe, dice el firmamento poblado de estrellas: Dios existe, dice la tierra coronada de árboles y plantas: Dios existe, dice el mar con su incesante movimiento y es- pantosos mugidos. Sólo el hombre ha dicho /no hay Dios! y sin embargo, la presencia de Dios se descubre en to- das partes. Desde el astro encendido que ilumina los es- pacios, hasta el humilde lirio olvidado en el valle, y des- de mucho más abajo del valle coronado de lirios, hasta muy por encima del espacio donde resplandencen los globos, todas las criaturas publican la grandeza del Cria- dor. El cielo pregona su omnipotencia, la tierra su fe- cundidad, las tempestades su ira, el rayo su (justicia y el Oceano-su inmensidad. Las flores del campo y los árbo-
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