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pájaros que vuelan por el aire, no te oividarás de nos- ¿ , Tr z -.3 ei E a qn lor r»et%- + » » otros! Y nose olvida: porque escrito está: El que de verdad espera en Dios, jamás verá 1 lada su esperan- 313 . s arar sa < del za. Mas Pilarita tuvo que apurar gotas del cáliz de am Amaneci ei nuevo día, y falta de todo socorro hu- mano, se le ocurre á la joven petlir prestados cinco du ros á la tendera del barrio, que daba pequeñas cantida- des á rédito. La tal tendera era una vieja seca, de arru- gada frente y ojos desencajados, en la cual parecía tener su asiento el espiritu de la avaricia. Se tomó el cuidado de revisar por sí misma los objetos con que la infeliz niña podía responder á su préstamo, y se trasladá con ellá á casa, donde cómenzó con indiferencia cruel, con la frialdad de un corazón metalizado, á examinar uno por uno los pocos enseres de la enferma y de su hija, avalorándolos por un ínfimo precio. De pronto fijó su torva mirada en una estatua de la Virgen del Pilar, que colocada sobre la cómoda, bajo un dosel de flores, presidía aquella pobre casa. Alargó su mano profana para coger aquel objeto sagrado y examinarlo, cuando la admirable niña, deteniéndola por el brazo, exclamó; ¡Jamás! ¡jamás! ¡eso no! La tendera hizo un mohín con los labios; clavó de nuevo sus ojos en aquella imagen que le pareció digno objeto de su villano comercio, y dijo con mucho aplo- mo: Pues si no tenéis que empeñar más que estos tras- tos viejos, no seré yo quien os preste cinco duros.— ¡Señora! ¿No valdrán cien reales los muebles que nos

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