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232 LA VIRGEN NECIA Y ella por toda contestación exhaló un suspiro... 5 —Si; te amaba, y tú bebías en mis ojos la luz, y la vi- A da en mi alma, y el amor en el foco perenne que arde * dentro de mi corazón. Entonces eras dichosa; y el pesar ] no amargaba tu pecho, ni la pena turbaba tu sueño pla= centero. Pues, ¡ingrata! ¿por qué me abandonaste? ¿por qué me ofendiste? Si una joven mundana, si una de las hijas de Edon me hubiera ofendido, me sería más tole- rable; pero tú, hija de Sión, escogida entre millares, ali- mentada con mi cuerpo, y elegida para ser mi paloma; tá, mi amiga, mi amada, mi esposa... ¡tá ofenderme! ¡oh! esto es insufrible para mi amante corazón. ¿Por qué tan- to desvío? ¿por qué tan grave injuria? ¿Qué te hice yo, perjura, para que así me abandonaras?... Y ella, por respuesta, derramaba torrentes de lá- grimas amargas. — ¿No te acuerdas de aquellos días de fervor, cuan- do en el Santuario andábamos á porfía, yo á darte prue- bas de amor, tú á corresponder á ellas? ¿No te acuerdas de aquellas lágrimas dulces que yo te daba, y de aque- llos tiernos suspiros que tú en retorno me volvías? ¿No recuerdas la promesa de sermesiempre fiel y amarme con toda el alma! ¿Pues qué se ha hecho tu palabra? ¿Qué mo- tivos te dí yo, oh pérfida, para tanta ingratitud? ¿Qué te hice, para que dejaras de amarme? —Perdón, Jesús del alma, que el dolor me ahogal ex- clamó por fin la ingrata, cayendo á los piés, del Salva- dor que le daba la última y más amorosa de sus quejas. —¿No te acuerdas, pobrecilla, cuando sentada á mi mesa gustabas las dulzuras del amor divino? ¿No re- cuerdas cuando te arrojabas en mis brazos, y yo te es- | o | . | |

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