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LA VIRGEN NECIA 230 Entregado de lleno en manos de la Providencia, se- guía peregrinando sin.fumbo fijo, cual hoja seca lleya- da porel viento. Sólo hacía una semana que había be- sado la columna augusta del Pilar de Zaragoza, y ya me hallaba en las cumbres ateridas del Pirene, cerca del santuario de Lourdes. Me hospedaba en un convento humilde, dedicado al Corazón Divino del Hombre-Dios; y queriendo me- ditar sus penas, un jueves por la noche me quedé en la iglesia. Débil y fatigado, me dormí, como San Pedro en el huerto de las Olivas, y entonces me pareció ver en sueños á Jesús, sudando sangre y quejándose amarga- mente de la ingratitud de la Virgen necia. t para mí, la desposé conmigo, prometiéndola días de «Yo la elegí para mí, decía suspirando; yo la elegí ventura y hermosísimos amores. La coloqué en mi pa- lacio y la llevé al retiro de mis jardines para que, arru- llada por la brisa y acariciada por las flores, sólo pen- sara en amarme. ¡Cuántas horas de goces celestiales, cuántos días de placer divino le hizo experimentar mi corazón tierno al suyo ingrato! Ella era mi amada, mi electa, y es hoy... ¡qué horror! ¡Llorad conmigo, vírge- nes puras, de mi corazón enamoradas! Y vosotros án- geles del consuelo, tristes mensajeros de mis penas, re- coged estos suspiros; id al borde del abismo donde ella duerme, y murmurad á su oído una palabra de perdón, Y los ángeles volaron hacia unha mansión donde dor- mía un alma sobre el polvo de sus miserias, desnuda de virtudes, olvidada de Jesús, y llena de lepra, pero deesa lepra que en el lenguaje divino se llama culpa. Sin des- pertarla de su letargo la tomaron blandamente sobre
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