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LA VIRGEN PRUDENTE 221 Almas castas que respirais el balsámico aroma de la pureza santa; vosotras que de amor divino heridas bus- cáis con la Esposa de los cantares al Cordero sin manci- lla que entre lirios se apacienta; vosotras quelloráis tris- tesla ausencia del Amado, oid el relato de mi sueño, tan grato para el alma desolada como el acento lasti- mero del ruiseñor herido. Soñaba yo (¡miren si es sueño!) que este mundo es un destierro donde viven los expatriados hijos de Eva, por delitos que sus padres cometieron. Siendo, pues, uno de esos pobres desterrados, no sé como, llegó 4 mi noticia que el Dios de las misericordias, en atención 4 los méritos de su Santísimo Hijo, nos levantó el destie- rro; pero con la precisa condición de no admitirnos en su reino, si no llegábamos á él por el camino de la ino- cencia, Ó el de la penitencia. É Yo que oigo esto, hago mis preparativos de viaje y me pongo á buscar el camino de la inocencia, porque su nombre fué muy sonoro á mis oidos; pero ¡ay dolor! en ninguna parte lo encontraba. Pregunté á todo el mundo y nadie me daba razón de él. Sólo los niños, que ape- nas sabían hablar, lo conocían, y por eso los pobrecitos no podían darme de él muchas explicaciones: con todo, me dieron las necesarias para conocer que yo estuve un día ¡dichoso día! en ese camino del cual me había ex- traviado, alejándome á distancia infinita. Ya no me que- daba para arribar á la patria más camino que el de la penitencia, y me resolví á tomarlo. Me despedí de mis amigos, les comuniqué mi de- terminación, y los exhorté á que me acompañaran. Sólo dos me siguieron; sólo dos tuvieron valor bastante para

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