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EL TESTAMENTO DE JUAN TINAJA 209 —Vamos al negocio, que no estoy para perder tiem- po. A ver, ¿qué le pasa á la Señá Carmela? ¿Le ha dado Pascualillo algún disgusto? —Nó, Padre: desde que se casó mi Pascualico, pa- rece otro hombre. Jesús, ¡qué muchacho más bueno! Su casa y su trabajo, y pare V. de contar. —Pues entonces, ¿qué? ¿Ha reñido V. con su yerno 6 con su hija? —Tampoco: Salvaora y Pepe se llevan como dos án- geles, y me quieren mucho, ¡muchooo!!! —Pues lo extraño. —Y no saben lo que hacer conmigo á todas horas; y Pascual lo mismo; que si mi madre arriba, que si mi madre abajo, que si hoy come ella aquí, que si otro día irá á tu casa, que yo quiero que mi madre esté conmigo, que yo quiero también...; en fin; Padre, una bendición de Dios. —Pues, señora, me hago cruces. —Sí, señor; y ella me dice que le deje la casa y él que le deje la viñita, y el olivar, y... —¡Ah!!... ya voy entendiendo: siga usted. —Y dicen que para qué quiero yo quebraderos de cabeza, que reparta lo que tengo entre los dos y ellos me mantendrán: y una semana aquí y otra semana allí, Estaré como una reina. —lYa! ¡ya! —Y como de todas maneras se lo he de dejar á ellos, ahora Ó cuando muera, pues quiero dejárselo aho- ra, y quitarme de ruídos, y tener buena vejez, hoy en casa de éste y mañana en casa de la otra. ¿Qué le pare- ce á V.? ¿Está bien pensado?
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