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10 DOÑA PILAR, PILARITA así pas ¡ban la vida, sino nadando en la opulencia, á lo menos con el bienestar que proporciona no carecer de lo necesario. El día de fiesta lo dedicaban á sus prácticas de pie- dad, frecuentando las iglesias y visitando á los pobres enfermos; y de este modo vivían felices con esa dulce satisfacción que producen la tranquilidad de conciencia y la persuación íntima de que se vive como Dios manda. De este matrimonio era hija única Pilarita, joven de figura encantadora y alma angélica. Educada con las sólidas máximas de la verdadera piedad, crecía al lado de sus padres como el tierno capullo que esparce su fra- gancia en torno del rosal que le dió vida. - Compartía su amor entre Dios y los autores de sus días, viviendo feliz y dichosa, sin sospechar siquiera que el tiempo, ladrón de todos los bienes, pudiera ro- barle su felicidad y su dicha. Diez y siete primaveras contaba ya Pilarita, y todavía la negra nube de la pena no había enturbiado ni una sola vez el claro horizonte de su vida; pero ¡ay! llegó un día en que sus ojos debían ms ns ó ida j . ' iS verter torrentes de lágrimas, y las vertió hermosas co- mo las perlas, y amargas como el recuerdo de un bien perdido. Un día en que hija y madre se ocupaban como de costumbre en las faenas de la casa, oyeron el ruído de . 1 E > Ñ ; e un coche que paraba a Su puerta. En él venía enfermo el padre amante, el esposo fiel, traído por un compañero de oficina. El sobresalto y la turbación se apoderó de ellas, y á duras penas logró éste tranquilizarlas, hacién- dolas creer que no sería más que una indisposición pa- sajera.
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