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LAS DESDICHAS MATRIMONIALES 195 porque no me fijé mucho en ella, fué una nariz con más berrusas que una calabaza roteña, y una boca que pare- g , que 1 ría la entrada de un tunel; ¡tan grande la tenía! ct 5 Por temor de soltar la carcajada guardé silencio un breve rato, al cabo del cual sentí girar la puerta y en- trar al P. A..... que venía aparentando mal humor y re- citando estos versos de Moratín: «¿No escompleta desgracia Que, por ser hoy mis días, He de verme sitiado De incómodas visitas? Cierra la puerta, mozo, Que sube la vecina..... Estuve á punto de pedir al buen Padre que me dis- pensara, si lo decía por mf; pero no fué necesario por- que la señora, que se dió por aludida, se me adelantó, y -entablaron entre los dos este sabroso diálogo que pon- go aquí para que llegue á noticia de quien le haga falta: —Padre, muy buenos los tenga V. Reverencia, y..... perd óneme. —¿Cómo la he de perdonar, Señá Carmela, si no se enmienda V. nunca? —Lo decía, porque como he venido hoy tan tem- prano..... —Pero criatura de Dios, ¡si siempre viene V 4 la —Ya sé que incomodo mucho á V. Reverencia: perO... —Pero á pesar de eso, no me deja V. parar. ) |
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