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DE UN NAUFRAGO 0 rramando dos gruesas lágrimas, que se enjugó con el revés de la mano; y luego continuó. Yo lo hago todo como ella me lo dice, porque es un angel; y al pasar por ant delante, por la 1, el día del ciclón que hundió en los abisoms al Reina Regente ¿se acuerdan ustedes? —pues aquel di los salves, porque ví venir la cosa mala. Me lo daba el corazón, co- mo anunciándome el peligro que me esperaba. Pasé la barra y me colé mar adentro, á pesar de las-olas, que ju- gaban con mi barca. Unos cuantos compañeros. se vol- ¡ vieron atrás y me hicieron señas para que volviera proa á tierra. Yo me la eché de valiente y. no quise volver, q e 1 nm 1 Ñ creyendo que aquello sería un 1 jue pas pronto, como otras veces, pero... ¿4 que ca wr á uste- des? abreviaré. No había dejado aún atrás el bajo de Sal- Medina, cuando comprendí. mi locura y quis2 retroce- der... mas va era' tarde. Sentí rugir sobre mi. cabeza un huracán que arrastraba en pos de sí montañas de agua. Era el vendabal tan horrible, que por dos veces le vantó la barca de su lecho de espumas: las olas, amon- tonadas con el ímpetu dél ciclón nos subían á lo alto, descubriéndonos las profundidades del mar, contra Cu- vas rocas amenazaban estrel fierno parece que se entretenian en remover las aguas, en a r las olas y enjugar á la pelota con la navecilla. tá A E A . $ 1 3 i " Esta comenzó á hacer agua en medio de aquel espanto- 1. E S 1 so remolino, en el que descendíamos á profundas hon donadas, desde las cuales veflamos con pavor la altura desmesurada de las olas, prontas á caer obre nosotros vw sepultarnos en el fondo del abismo. ) ] Un golpe de mar horrible abrió brecha á babor, hun-
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