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PEDID Y RECIBIREIS 151 munidad, donde estaba la huérfana contentísima y muy querida de sus monjas, entre las cuales había llegado ya, por su virtud y sus buenas dotes, 4 maestra de novi- cias. La llamaban M. Josefa de Jesús, y llevaba á la sa- zÓón veintiseis años orando todos los días y practicando cierta mortificación para que Dios le concediera saber de su padre antes de ella morir, sin que en tan largo tiempo hubiera decaido su espíritu, confortado siempre con esta promesa de Cristo: Pedidy recibireis. Yo no re- cordaba bien cuál me dijo que era el nombre de su pa- dre, y aun dudaba del nombre de pila que tuvo ella; pe- ro de pronto acudió á mi mente, como el brillo de un relámpago, y sin poder contenerme le pregunté: — ¿Su hija de V. se llama Carmen R.F. de C.? Aquel hombre clavó en mí sus ojos con una mirada de ansiedad suprema, y palideciendo exclamó: ¿La conoce V.? ¿Vive mi bija? ¿Es feliz? Hábleme us: ted, por Dios! Yo le conté cónto la había conocido; lo que ella an- siaba saber el paradero de su padre; las lágrimas que de- rramaba dia y noche, rogando por él y pidiendo á Dios su salvación eterna, etc. El me oía estupefacto, llorando 4 torrentes, unas ve- ces de pena y otras de gozo; hasta que lanzando un tier- no suspiro me interrumpió: —Si vuelve V. á España, llevará V. 4 mi hija la bendición de su padre moribundo, y le pedirá de mi parte perdón del abandono en que la he tenido. —Esto último no es necesario: ella tiene 4 V. harto perdonado, como lo prueban sus treinta años de ora- ción continua pidiendo por V. Lo primero lo haré 4 su
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