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119 POR EQUIVOCACION En seguida corrió al número 30, cumplió con su de- ber, y volvió al instante. , Media hora había transcurrido solamente: la mori- bunda acababa de espirar y su marido, arrodillado, la velaba al pie del lecho. De manera que la Virgen Santísima había sido tan fiel á la cita, y había oido con tanta complacencia la oración de su devota, durante los diez años que no pudo frecuentar la Iglesia, que acudió como Madre de miseri- cordia justamente en la hora de la muerte, > ¡Cuánta confianza debemos tener en aquellas hermo- sas palabras: Ahora y en la hora! ¡Con qué devoción debemos repetir el «ruega por nosotros ahora y en la hora de la muerte!» Ahora para ser felices, y entonces para ir al cielo, donde espera ver ' 4 los devotos de María, EL PEREGRINO DE LA CAPUCHA. a | e A cc

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