BCCPAM000535-2-21000000000000

SARRIA O ti 96 EL ANGEL lad para expansionarme en ella. ER grada, y DUSCO ¿a soled Mi morada la tengo en los claustros silenciosos y reti- rados, en las selvas apartadas, y ulguna que otra vez en medio del mundo. —¿Y eres tá quien gemía ahora poco, diciendo «yo también lloro?» ¿Cuál es la causa de tu llanto? —¡Ay! que un alma ingrata me arrojó de su lado. Yo la amaba con delirio, yo soplaba sobre su frente pura pensamientos de gloria, y excitaba en su corazón noble afectos de virtud; yo la acompañaba á todas par- tes, y le daba los días más dichosos que se pueden vivir sobre la tierra; yo la cuidaba con esmero y la libraba de los peligros, cubriéndola con el manto de la vergiienza saludable y del temor santo! Mas ayer despreció mis consejos y cayó, ¡desgraciada! en uno de los lazos que le armaba el demonio de la impureza. Viéndola caída, le alargué mi mano para levantarla, y la infeliz la rehusó, desechó los placeres del alma por los del cuerpo, te: niendo en más los deleites groseros de la carne, quelos goces purísimos del espíritu. ¡Desdichada! me arrojó de sí y he venido 4. esta campiña á respirar la fragancia de las flores, porque no puedo sufrir el fétido olor de im- pureza que se percibe en los poblados. —¿Y 4 ese triste lance te referías, cuando te of decir, mañana volveré á verla? —5Sí; mañana tornaré á verla, le tenderé una mano amiga, y si la rechaza, la abandonaré, dejándola hun- dida en el cieno de la culpa, hasta que Dios se compa- dezca de ella. qn ds idad dio E —¿Pero quién eres, Deidad misteriosa, que así ha- blas con un mortal?

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz