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- ¡Mar E ld VOZ nitalk 1 1 é con un « ] tada a ola en La 3 E d la espesura la selva, y qu por el MI p 1 a A eco ae 5 >. ¿Vi rra oración la ] ned "y he de ia ni i ras pedia su ben e e úl J aicion S i 1 S iO rul- 8 s ' tm do, sem: 1 7 ] lta de i rama en y misma voz lánguida, mist« riosa y d ía , ] ya AI J » ir y ' jendiga y auyente de tí la ten- Volví Cal O, y ví flotando en los aires una figura angelical de hermosura tan arrebatadora y embelesante que me robó el Su túnica era más ' S ¿ A, blanca que el ampo de la nieve, ceñida 4 su es con un cinturón de oro: su manto era de color ae cielo $ y 0 . 1 > AIFPOCOATNA » ao 5 lO de estretias, y lo tenía airosamente recogido, seda a hos staba A ¿ ». Ss rdo: su cabeza estaba coronada con y en su diestra llevaba un ramo de s en el Edén: su sembl te res- piraba honestid: 1s Ojos modestia, y su mirada era Gr A dl h. como la del niño que duerme en la cuna. La candoros: admiración y el pasmo se apoderaron de mí ante aque- lla visión maravillosa, y sólo acerté 4 decirle: —¿Quién eres tú, Deidad misteriosa, que dejas las delicias del Cielo para morar en esta tierra de llanto? ¿Qué buscas por estas soledades? —No te extrañe el verme por estos valles solitarios: vengo huyendo de los pueblos y ciudades, porque en éstas me persiguen, y en aquéllos me desprecian los in- sensatos hijos de Eva. El bullicio del mundo me des-

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