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88 UN ALMA FEA no, levantando en la cabeza de Flora diabólicas ideas : 1H . h ' nrimiend nante Y hr al of que ella rechazaba oprimiendo contra su pecho el esca- j pulario de la Virgen. Sintió un vahido; creyó que se desmayaba, que iba á morir, y exclamó con profunda amargura: Ahora no, Dios mío! mañana me confesaré! y empezó á derramar torrentes de lágrimas. La tempes- tad se había resuelto en fecunda lluvia. En vano procuró Flora ocultar la turbación de su ánimo, la agitación de su espíritu, los efectos de su fatí- dico sueño. Toda la familia conoció en la palidez de su rostro y en su angustiosa mirada, que tenía alguna co- sa; pero atribuyéndolo á indisposición física, se limita- ron á preguntarle por el estado de su salud. Flora con- testaba con monosílabos, y permanecía taciturna y si- lenciosa. Si le instaban á que descubriera la causa de su malestar, respondía desconsolada: Por Dios! no me pre- guntéis lo que tengo, que yo misma no lo sé. Si le dé- clan que iban á llamar al doctor, se contentaba con responder: Inútil! inútil ! me pondrá peor: los médicos no entienden este mal. ¡Dejadme! ¡dejadme! "la soledad es mi único remedio. Tales contestaciones arrancadas á viva fuerza, die- ron que pensar á los de casa, que acabaron por dejarla sola, como Flora deseaba. Cuando sigilosamente se acercaban á su cuarto, la sorprendían, á veces dur- miendo un sueño muy fatigoso, y á veces arrodillada, lo en el alma la horrible tempestad sollozando, sintien« y la pesada angustia de la noche anterior: pero ya res- piraba desahogadamente, porque su corazón se había abierto á la esperanza.

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