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CAPITULO XII ni DE CoMO Á INÉS SE LE FUÉ APAGANDO LA LUZ, Y POQUITO Á POCO SE QUEDÓ Á OSCURAS. Los deleites del mundo, sus gustos, comodidades, regalos y placeres, fueron poquito á poco y con mu- chísima blandura filtrándose en el alma de la pobre Inés, la cual fué despertando insensiblemente del sueño de la inocencia, y poniéndose en comunicación con el gran mundo. Cuando salió del colegio le pare- cía falta de modestia mirarse con detención al espe- jo; y tentación de vanidad, (insulsa y repugnante para ella) oir las alabanzas que los hombres prodi- gaban á su hermosura. Por eso asustada cerraba los ojos y los oídos y se ponía colorada al ver aquellos espejos y al oir aquellas alabanzas; pero como á cada paso le salía un espejo retratando su belleza, y 4 cada momento ofa que la llamaban hermosa, ele- gante y guapa, se cansó la pobrecilla de ponerse colorada, se aburrió de tanto cerrar los ojos y los oídos, y dijo para sí un día, cuando comenzó á com- ponerse: Pero, ¡qué tonta soy! ¿Qué mal hay en arreglarse una bien, ni en mirarse al espejo? ¿Qué pecado es que yo sea hermosa, y que los hombres me lo digan? Y apenas hizo estas preguntas, cuando oyó allá en el 13
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