BCCPAM000535-2-16000000000000

— 96 =- Inés se apartó de allí vencida, pero con propósi- to de cumplir lo que dijo: y lo cumplió, porque á la primera reunión que fué se llevó su rosario y comen z6 4 rezar por los rincones; mas apenas observó que unos se le reían, y otras se le burlaban, y aquellos cu- chicheaban en otro rincón, mirándola con sarcástica sonrisa, se puso verde, se indignó, apretó el rosario entre los dedos hasta romperlo, y lo guardó medio destrozado en su bolsillo. El maldito respeto huma- no había triunfado de Inés. El ángel de su guarda le inspiró en aquel momen-= to una resolución heróica:—¡Sigue!—le dijo interior- mente. - Sigue! Haz ese acto de humildad tres ye= ces. Sufre otras tantas lás burlas y mofas del mundo á imitación de aquel que por tu amor quiso ser burla- do y escupido. Ponte por tres veces más por blanco de las injurias y chacotas del mundo, y tu victoria es completa. Pronto se te abrirán por premio las puer- tas del convento. Ella fué á poner por obra esta inspiración; mas al notar el buslesco mohín que hizo una pelirubia que allí estaba, desistió de su intento diciendo: Bueno, otro día. ¡Nó! ¡ahoraf ahora!—le decía su corazón.— Haz ahora el sacrificio! ¿Ahora? —contestaba ella— ¡qué vergiienza! otro día... ¿Qué más? Nada: que aquella noche el ángel de su guarda se desveló y se entristeció, porque la con- ducta de Inés le inspiraba serios cuidados. La había vencido el respeto humano; había sido víctima del maldito qué diran. ¡Pobrecilla! 0 3 s ; y : ¿ í ; Ñ E + 5 : O :

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz