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E . rosario por las tarde con las criadas, para enseñarlas á ser buenas; y por la noche recogerse pronto para hacer examen de conciencia y Otra media horita de oración: y luego, echándose al cuello de su "madre y hablándole muy bajito al oído, añadía que observa- ría ese método, mientras estuviera en casa, porque ella tenía el firme propósito de ser religiosa. Esto, dicho en un tono confidente y en medio de mil be- sos y caricias, embelesaba á doña Fernanda que aca- baba siempre abrazando á su hija y diciéndole con el tono más alto del entusiasmo y del' cariño: ¡Eres un ángel! ¡Vida mía! ¡Cielo mío! ye El padre, por el contrario, cada vez que obser- vaba aquellas confidencias de hija y madre, se ponía de mal humor, y hasta le sacaba: de tino el pensar que los caprichos monjiles de la muchacha podían destruir sus proyectos. Semejante á ciertos médicos que todas las llagas quieren curarlas quemando 6 cortando, el mal aconsejado padre trató de curar ra- - dicalmente y de una vez lo que llamaba manía de su y MijaEsta, sin contar con la huéspeda, y creyendo encontrar en él el mismo recibimiento que en su ma- dre, deseaba comunicarle también sus resoJuciones; pero el padre deseaba mucho más que ella la tal co- municación, para echarle una riña tremenda y sacar- cp le de la cabeza por fuerza ó de grado la grandísima tontería de querer ser monja. Un día que ella estaba preparando ciertas piezas para vestirse de religiosa, y dar á su madre una sor- presa, en el momento mismo en que acababa de po- nerse una que le servía como de toca, entró su padre

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