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sobre el camino que debía tomar: sobre :el estado que había de elegir, y sobre el partido que debía | abrazar una vez hecha la elección de estado. Su cora- zón naturalmente bueno, y la pureza de su vida le in- clinaban á imitar los ejemplos de virtud que había visto, siendo joven, en los religiosos de la Compañía; y aquel ardiente deseo que sentía de ser amado le hacían soñar á veces con un ángel en forma humana, que siendo el compañero de su vida compartiría con él las penas y las alegrías de este destierro; y enton- ces aparecía á sus ojos hermosa y radiante la figura de Inés, á quien dió en llamar el ángel de sus sue- ños, pero como temía que ella quería ser religiosa, terminaba siempre este importante puntó de medita- ción, poniendo su futura suerte en manos del Pa- triarca San José, pidiéndole afectuosamente que le allanase el camino de la vida para poder sin tropiezo arribar á la patria bienaventurada. De común acuerdo convinieron las dos familias pasar aquel verano en la quinta que ya conocen nues- tros lectores. Agustín fué el que puso más empeño en ello, porque le pareció que de allí saldría indefec- tiblemente el casamiento de Inés con el condesito. La condesa accedió con gusto, porque se llevaba muy bien con D.* Fernanda, y amaba en extremo á Inés, á quien solía llamar con marcado acento hijita mía desde que conoció que su hijo la amaba; si bien, res- petando en su interior el derecho que tenía á elegir el estado que más le agradara. Concepción que había ocupado en el corazón de Inés el lugar que tenía Flora antes de entrar en el convento, se avino mejor
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