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ta uy CAPÍTULO 111 (QUIÉN ERA ÉL, CON OTRAS COSAS NECESARIAS PA- RA LA BUENA INTELIGENCIA DE ESTA HISTORIA. Pues nuestro hombre, lector amigo, llámase Agustín. Y no vayas á creer que es un mal cristia- no, porque lo has visto maltratando á su hija sin ra- zÓn, y diciendo peste de las monjas; que todo eso fué efecto de un acaloramiento, de una de tantas debili- dades como el hombre tiene. Es verdad que él no es un católico ferviente y práctico, es decir, un católico íntegro; pero tampoco es malo del todo. A nadie me- jor que á él le cuadra el sobre nombre de moderado, porque en materias religiosas es grande amigo de la moderación. No le disgustan los sermones ni las fun- ciones de Iglesia; pero debe tener, á.lo que parece» una teología muy cómoda para su uso particular, porque á fin de no alarmar á ningún partido, hace poco caso de las doctrinas de la Iglesia y de las en- señanzas del Papa. Es el hombre de orden, morigerado y de buenas costumbres; quiere que le tengan por honrado y hasta por bueno; pero no por beato. En materia de piedad no aspira á mucho; en política se conforma sin dificultad con los hechos consumados, y se incomoda fácilmente con la intransigencia de los
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