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«q A o yyrrs - 215 cano cho y dije para mí: «¿Los novelistas de tres al cuarto van por el camino del infierno? Pues yo tomaré el del cielo. ¿Ellos procuran quitar almas á Dios? Yo pro- curaré dárselas. ¿Ellos acaban su tarea por un suici- dio Ó un casamiento? Pues yo terminaré la mía por lo más opuesto que se conozca en el mundo al casa- miento y al crimen. Ellos pintan con los negros co- res de la mentira y la calumnia al “sacerdote ava- o 1 A A ro“, al “religioso hipócrita“, á la “monja fanática“, 'batan á los hijos y las hijas del lado de sus que ar padres para encerrarlas en un convento y heredar después su riqueza? Pues yo pintaré con los colores de la verdad á esos seres aborrecidos del mundo impío, dejándolos en el hugar que les corresponde; y haré ver la insensatez, el egoismo y la impiedad de los padres, que preciándose de católicos, se opo- nen á que sus hijos escuchen la voz de Dios y Corres: pondan á la gracia extraordinaria de la vocación re- ligiosa. ¡“Vocación“ religiosa! En el diccionario católico significa esta palabra un llamamiento divino que en- cierra uno de los misterios más profundos de la hu- manidad. Cada cristiano tiene la suya propia, y ya sea ordinaria Ó extraordinaria, ya le deje en el mun- do Óle lleve al claustro, es preciso de todo punto seguirla, porque de ella depende nuestra felicidad 6 desgracia, nuestro porvenir temporal y eterno. Por desgracia, los padres olvidan con demasiada frecuen- cia esta gran verdad: olvidan que respecto de sus hi- jos no son más que lugartenientes Ó auxiliares de Dios, y que por lo tanto, su deber es dirigir y pro-

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