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bi A CA AA á A e — 202— llanto, y suplicó 4 sus padres que se prepararan para marchar, pues la hora estaba encima. En la puerta de la calle esperaba un coche engala- nado la llegada de-Inés: era el'de la condesa, que por medio de su hija quiso hacer con Inés las veces de madrina. Apenas bajó la familia, ocuparon el coche Inés y Concepción, doña Fernanda y la cóndesa; los demás convidados se dirigieron 4 pie hacia la calle de Santa Clara, mientras el coche de Inés, seguido de _los de otras amigas que le hacían la corte, dabá una vuelta por los puntos más céntricos de la ciudad, terminándola en. la puerta del convento de María Reparadora. La ceremonia de la toma de hábito, precedida de una solemne renuncia del mundo y sus vanidades, de sus halagiieñas esperanzas y seductóres encantos, fué tiernísima, patética é- imponente. Inés se despojó de sus costosas galas y vistió su cuerpo con una túnica blanca, símbolo precioso de la iñocéncia; la cir 5 4 su talle con una hermosa cuerda, emblema de la -nór- tificación con que había de cercar su pureza pare guardarla de todo peligro, como se guarda el lirio rodeado de espinas para que:no le ajen los animales del campo; colocó sobre ellos el largo escapulario, que como escudo inexpugnable había de defenderla de los ataques del enemigo; puso sobre sus sienes el cándido velo que la consagraba virgen del Señor, es- posa del Cordero inmaculado; y después la cubrieron con un regio manto, blanco corr franjas” celestes, en señal del místico é inefable desposorio que acababa de efectuar con Jesucristo, rey de la gloria; manto Mo 2

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