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-— 201 de dicha, de santidad v de eloria. -Ahora usted, mamá,—dijo Inés volviéndose á doña Fernanda;—y ésta añadió llorand: La Santísima Trinidad te bendiva, el Padre te re como hija amada; el Hijo como á esposa queri- da; el Espíritu Santo como á su tabernáculo y mora- da,-y la Virgen María te proteja y cubra siempre con el manto de su pureza santa. Una cosa te encar- go: que no te olvides ningún día en tus oraciones de pedir por tu casa; ni de rogar por tus afligidos pa- dres. —Yo le prometo, mamá: que si el Señor escucha piádoso las oraciones de esta su iridigna sierva, llena- rá esta casa de celestiales dones, w 4 ustedes de con- suelos inefables. No seré tan ingrata que me olvide nunca de unos padres á quienes debo mi vida y mi felicidad. Útro encargo te hago y0—añadió Agustín le- vantandoá su hija del suélo: que le pidas á Dios que me halle bien dispuesto cuando venga á pedirme cuenta de mi vida: y que cuando recibas la triste nueva de quetu padre ha muerto, ruegues á Dios por mí con todo fervor, y le ofrezcas por mis peca- dos tus penitencias y Oraciones, que se elevarán al cielo como el humo del incienso para atraer sobre mi alma las divinas misericordias. Inés no se atrevió á pronunciar más palabra, te- miendo que á'su madre le « Ogiera un desmayo y no púdiera acompañarla hasta el convento. Enjugóse: el y “k; tí las bendiciones del « ielo, llenándote de felicidad, a

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