BCCPAM000535-2-16000000000000
20 agraciada parecía hecha de encargo por la madre naturaleza, para mostrar hasta donde puede llegar la hermosura exterior del bello sexo. A estas relevan- tes dotes unía Inés unos modales finísimos, una pru- dencia extremada, una humildad sin límites, y, sobre todo, una modestia tal, que nadie ponía en ella los ojos, sin sentirse de repente inclinado á la vir- tud. Cuando llegó á su casa, distribuyó sus ocupacio- nes con la misma regularidad que las tenía en el co- legio, y esto fué lo que empezó á disgustar á su pa- dre, que deseaba verla brillar en el mundo. Nada más ageno de Inés que este deseo de su padre, y como él quería que su hija se dejase de monjas é hi- ciera su voluntad, un día que estuvo mal humorado, sin pararse en pelillos, fué á buscarla, y con formas impropias y descompuestas le habló y le amenazó de tan mala manera, que como ya se dijo, fué por lana y salió trasquilado; es decir, confirmó más á su hija en la manía que él quería quitarle. Pasada aquella triste escena y serenados los áni- mos, Inés fué á pedirle perdón á su padre, antes que anocheciera; y él, que no tenía el corazón ni insensi- ble ni duro, al ver la hija á sus piés postrada, pálido el semblante y los ojos llorosos, estuvo á punto de romper á llorar como un niño, y sintió impulso de pedirle perdón á ella por el malísimo rato que le había dado. Era la primera vez que veía una persona á sus piés, haciendo un acto de humildad profunda, y como las almas generosas imitan lo bueno que ven, la suya se humilló también, cuanto como padre podía humi- al
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz