BCCPAM000535-2-16000000000000

181 — se retiraron á una habitación en la que ocuparon un sofá, sentándose las dos muy juntitas; y antes de to- mar asiento, apenas habían pasado la puerta del apo- sento, interrogó la madre á la hija muy bajito, y con ese temor de quien siente que se le diga la verdad, de este modo: —Y bien ¿son ciertos esos rumores? —Sí, madre mía; gracias, después de Dios, á las oraciones de usted y á las palabras de Tiíto Ca- pellán. — Pero, hija, ¿y tu padre te ha dado permiso para que te marches á un convento tan de repente? No i puedo creerlo. —Sí, mamá de mi alma; me dijo que me fuera cuando quisiera, y yO quiero marcharme cuanto an- tes, no sea que se vuelva atrás. — Pero, mujer, no sería así: te daría permiso para que pretendieras al convento que bien te pareciera, y entre tanto... ¡ El —No, señora; si hace tiempo que tengo pre- tendido; para eso no pensaba yo que se necesitaba ys licencia. Y —Pues, Inés, el amor que te profeso y la pena que ¡5 me da el quedarme sin tí, me hacen dudar de tus pa- | labras. ¡A y, ahora empiezo á barruntar lo triste que será verme privada de una hija como tá! —Mamá de mí alma, ¿pero no me ha dicho usted mil véces que deseaba ver alguna de sus hijas consa- Sí grada á Dios? ¿No me ha dicho que desde pequeñita me ofreció 4 Dios en holocausto? —Sí, hija mía; antes que nacieras te consagré á

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz