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— 180 — CAPITULO XXI ESCENAS DE FAMILIAS Al día siguiente, la casa de Agustín estaba poco menos que alborotada. Se había corrido la voz de que él había otorgado 4 Inés su permiso para hacer- se religiosa, y todos miraban al padre con esa mira- da mezclada de extrañeza y curiosidad, que parece preguntar con ironía lo que ya se sabe; y á la hija la miraban con esos ojos tristes que revelan la compa- sión 6 el sentimiento de una próxima despedida. Inés, sin atender siquiera á lo que pasaba, Ocu- pábase en escribir tarjetas á ciertas religiosas amigas suyas á quienes había encargado antes que rogaran á Dios por ella, diciéndoles ahora que dieran gracias al Señor, porque al fin conseguía lo que por tan lar- go tiempo había pedido y esperado: la licencia de su padre para hacerse religiosa. Entre todos los de casa, doña Fernanda tenía más deseos que nadie verse á solas con su hija para saber de ella la verdad de aquellos rumores; y por su parte Inés nada deseaba tanto como hallar sola á su madre para desahogar su pecho, depositando en el de ella su secreto, y gozar de la confianza y el ca- riño que la buena matrona le inspiraba. Así. es que, a penas se vieron, entendiéronse con una mirada, y 3 a 3 Á Ñ 7 S : a a ct

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