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178 — — ¿Cómo vamos de examen? — Digitus Dei est .ic,—contestó el sacerdote, mo- viendo la cabeza. —¿Qué quiere decir eso? — Pues quiere decir que esa chiquilla es el diablo, Ó no puedes detenerla mucho tiempo en casa sin hacerte reo de un gran pecado delante de Dios. Estas palabras-cayeron como una bomba sobre el corazón de Agustín, el cual quedó atónito y sus- penso, mientras el 7';i/. continuaba: —Nada, Dios lo quiere y hay que obede- cer. —¡Qué horrible es esto para el corazón de un padre! ¿Conque tendré que desposeerme de este te- soro, 6 aventurar mi eterna salvación? Pues en tal conflicto vete, hija mía, donde Dios te llama y no te olvides de este padre que te adora. Istas últimas palabras las dijo Agustín sollozan- do, y al oirlas Inés se abalanzó al cuello de su padre diciéndole: —Papá de mi alma, ahora sí que me quiere us- ted; ahora sí que yo le amo con amor centuplicado; yo haré el doloroso sacrificio de separarme de su la- do, y usted el de entrega rle á Dios esta hija que tan- to le ama. Si no fuera tan tarde, ahora mismo man- daba una tarjeta ála M. Consolación, comunicándole tan fausta nueva. ¡Ay, qué noche tan buena voy Áá pasar! Querido papá, Dios premie á usted el bien que me hace. A PEE A

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