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— 168 — Así andaban las cosas cuando la venida de las golondrinas anunció á los sevillanos la vuelta de la estación florida; las auras primaverales desde su ca- rro embalsamado acompañadas de los céfiros, derra- maban sobre la Bética sus celestiales influencias: las aves juntaban sus más dulces armonías con el blanco susurro de las olas del Guadalquivir; las plantas y los árboles, lánguidos y yertos por los fríos del invier- no, comenzaron á reanimarse con el soplo vivifican- te de la primavera; y D.* Fernanda, participando también de los benéficos dones de la estación de los amores, se reanimó y convaleció. Durante su enfermedad vino á visitarla y conso- larla un tío suyo; sacerdote de mucha virtud, el cual regenteaba una parroquia cerca de Puentegenil. Era este buen señor un modelo en su clase, hombre ya en- trado en años, y por lo mismo respetado y querido de toda la familia, que lo miraba con la veneración con que se mira á un patriarca; y de él nos vemos obligados aquí á hacer mención, porque contribuyó con sus acertados consejos al desenlace de nuestra historia, en la forma que diremos.

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