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CAPITULO XVI EL SE DESPIDE DE ELLA, Y ELLA DEL MUNDO El tren correo que va de Huelva á Madrid llega- ba á Sevilla una hermosa mañana de Agosto, cuan- do el sol lucía en el cielo su resplandeciente carro. Al pasar el grandioso puente que está sobre el Gua- dalquivir para entrar en la estación de la Plaza de Armas, la: máquina acortó el paso y comenzó á sil- bar, anunciando la llegada. El andén estaba lleno de personas que esperaban á los viajeros procedentes de Extremadura, y de familias que iban 4 despedirse de los viajeros que en el mismo tren salían para Madrid. Allí estaban entre ellos todos los personajes de nues- tra historia, que habían salido á dar el adiós de des- pedida al Condesito de Valdelirios, que por prescrip- ción facultativa marchaba á tomar las aguas de Pan- ticosa. Había curado ya perfectamente de la rotura del brazo; mas era tan grande la debilidad que se apode- ró de él, que los médicos temieron que degenerara en tisis, y le mandaron, para reponerse, que fuera á tomar los célebres baños que hemos dicho. Unos cuantos baules,-ya facturados contenían su equipaje , alrededor del cual yelaba con diligencia el criado LO e im
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